
El síndrome del estrés se define como una combinación de tres elementos: el ambiente, los pensamientos negativos y las respuestas físicas. Estos interactúan de tal manera que hacen que una persona se sienta ansiosa, colérica o deprimida. Los sucesos del mundo son sólo un primer paso del síndrome del estrés, también son necesarios los pensamientos que clasifican e interpretan aquellos sucesos y una respuesta física que se interpreta como una emoción particular. La ansiedad nos lleva a la angustia. Los sucesos, los pensamientos y la activación del cuerpo constituyen el síndrome del estrés. El resultado es la angustia: una emoción dolorosa. Si una persona clasifica un suceso como peligroso, si interpreta la reacción del cuerpo como miedo, entonces siente miedo.
Estímulo ambiental —> activación fisiológica —> pensamientos negativos = emoción dolorosa.
Estímulo ambiental —> pensamientos negativos —> activación fisiológica = emoción dolorosa.

En el síndrome del estrés se crea un circuito de retroalimentación negativo entre la mente y el cuerpo. Para romper el circuito se deben cambiar los pensamientos, las respuestas físicas o se debe alterar la situación que dispara una reacción de alarma.
- Intensidad. Hipoestrés (poco estrés) e hiperestrés (mucho estrés).
- Connotación positiva o negativa. Distress (un estrés negativo, en el cual las demandas son muy grandes para nuestro organismo) y eustress (estrés positivo, cuando el estrés estimula a mejorarnos y superarlo).
- Duración. Estrés agudo (muy poco estrés pero muy fuerte, como un shock emocional) y estrés crónico (un estrés leve que dura mucho tiempo).
- Alarma de reacción, cuando el cuerpo detecta el estímulo externo.
- Adaptación, cuando el cuerpo toma contra medidas defensivas hacia el agresor.
- Agotamiento, cuando al cuerpo comienzan a agotársele las defensas.

El estrés puede directa o indirectamente contribuir a desórdenes generales o específicos del cuerpo y la mente. En primer lugar, esta situación hace que el cerebro se ponga en guardia. La reacción del cerebro es preparar el cuerpo para la acción defensiva. El sistema nervioso se despierta y las hormonas se liberan para activar los sentidos, acelerar el pulso, profundizar la respiración y tensar los músculos. Esta respuesta (a veces llamada la respuesta de luchar o huir) es importante, porque nos ayuda a defendernos contra situaciones amenazantes. La respuesta se programa biológicamente. Todo el mundo reacciona más o menos de la misma forma — tanto si la situación se produce en la casa como en el trabajo.
Los episodios cortos o infrecuentes de estrés representan poco riesgo. Pero cuando las situaciones estresantes se suceden sin resolución, el cuerpo permanece en un estado constante de alerta, lo cual aumenta la tasa de desgaste fisiológico que conlleva a la fatiga o el daño físico, y la capacidad del cuerpo para recuperarse y defenderse se puede ver seriamente comprometida. Como resultado, aumenta el riesgo de lesión o enfermedad.



Mediante distintos trabajos experimentales, se ha podido establecer que la exposición continuada a situaciones de estrés a niveles elevados de las hormonas del estrés puede producir tres tipos de efectos perjudiciales en el sistema nervioso central:
- Atrofia dendrítica: es un proceso de retracción de las prolongaciones dendríticas, que se produce en ciertas neuronas. Siempre y cuando termine la situación de estrés, se puede producir una recuperación de la arborización dendrítica, por tanto, puede ser un proceso reversible
- Neurotoxicidad: es un proceso que ocurre como consecuencia del mantenimiento sostenido de altos niveles de estrés o GCs (durante varios meses), y causa la muerte de neuronas hipocampales
- Exacerbación de distintas situaciones de daño neuronal: este es otro mecanismo importante, por el cual, si al mismo tiempo que se produce una agresión neural (apoplejía, anoxia, hipoglucemia, etc..), coexisten altos niveles de GCs, se reduce la capacidad de las neuronas para sobrevivir a dicha situación dañina.
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