Educación. Richard Mulcaster (1530-1611) recomendaba a sus alumnos reírse. "Este tipo de ayuda será mucho más eficaz si los que lo desean pueden sufrir que les hagan cosquillas en los sobacos, pues abundan pequeñas venas y arterias, que al ser cosquilleadas se hacen más cálidas y por ello dispersan el calor por todo el cuerpo". Los niños están mucho más predispuestos a reír que los adultos. Estudios recientes calculan que un niño de seis años se ríe 300 veces al día; un adulto lo hace entre 15 y 100.
El pionero. Muchos expertos actuales citan a Rabelais como el primer médico que, en el siglo XVI y de forma seria, aplicó la risa como terapia. Robert Burton, clérigo y erudito inglés de la misma época, fue más lejos con su obra Anatomy of Melancholy: "La compañía alegre no debe separarse de la música, ambas son necesarias; la alegría prorroga la vida, da buen juicio, da juventud al cuerpo, le da vida... Hacer locuras no está mal, festea a menudo y ten amigos alegres, cuyas bufonadas puedan contentarte".
La anécdota. El médico inglés William Battie propuso por primera vez el tratamiento de los enfermos mentales durante el reinado de Jorge III: "Se ha dicho que tuvo un paciente con anginas que amenazaban con ahogarle. Battie había intentado todos los remedios y tuvo que recurrir a las locuras. Se colocó mal la peluca, deformó su rostro e interpretó una locura tan deliciosa que su paciente, tras mirarle rompió a reír de tal modo que se abrió el impóstumo y salvó al paciente de una muerte inminente".
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